miércoles, 23 de marzo de 2011

Con mucho cariño, una reflexion sobre detalles que tantos grupos me han dejado aprender de ellos

Creo que ocurre algo muy extraño durante la última etapa de estudios y formación en psicología social, sean tres años o el tiempo del que se trate; será durante este último transcurso que las resistencias tomarán formas muy peculiares para cada uno y el mismo grupo será sorprendido por conductas no antes vistas.

A lo largo de los años, he aprendido esto: la resistencia en esta etapa del aprendizaje se presenta en menor nivel para quienes conciben la psicología social como una actitud a desarrollar,o sea, para quienes se permiten sentirla.

A diferencia de otros estudios, sólo la psicología social pichoniana exige al estudiante y a todo el grupo, la modificación de actitudes y desarrollo de aptitudes. Esto es algo difícil de concebir si se pretende estudiar psicología social y no sentirla.

Muchos estudiantes a veces intenten lograr el estudio, los prácticos, el proceso de aprendizaje grupal y las prácticas de coordinación y observación simplemente pensando la psicología social y no sintiéndola. La diferencia entre sucumbir en el camino y lograr el paso final está en la pasión.

La pasión que le tenemos a este pensamiento revolucionario es lo que diferencia la actitud de querer, de desear estar al servicio de los grupos, de una actitud que pretende poder utilizar sus instrumentos de forma esterilizada.

Uno puede acercarse erróneamente a la disciplina pensando que se trata de un estudio rápido que se transcurre en grupo, aparenta una facilidad de logro de objetivos, tal como espejismo que se desvanece al llegar a la última etapa, donde la percepción de la exigencia parece magnificarse. Se trata de una percepción magnificada de exigencia ilusoria, porque siempre se exige de una forma única, difícil de comprender, se exige estudio, trabajos y ejercicios prácticos, pero siempre también se exige cambio de actitudes, acercamientos y conocimiento de sí mismo, siempre se exige abordar la formación dejándose atravesar por la misma.

Si han transcurrido las primeras etapas con una afiliación significativa, quizá en esta tercer etapa sentirán que todo es más difícil, porque no se puede comparar una afiliación significativa con la pertenencia que es vocación en el perfil del trabajador de la psicología social.

Es la diferencia entre una noche de sexo y hacer el amor. Afinidad es tener una noche de sexo con una persona que nos cayó bien, la pasamos bomba pero al pasar el tiempo quizá hasta nos olvidemos de cómo se llamaba, o de su aroma. Pertenencia de vocación es no poder pasar una noche sin irse a dormir pensando, recordando o evocando esa persona que nos sacudió la identidad, en algún momento de la vida, y nos la cambió para siempre.

No cometan el error de no sentir la psicología social con actitud de servicio a los grupos, no cometan el error de no amarla.

La teoría se puede entender de diferentes formas, los conceptos ideológicos se pueden comprender si le damos un poco de tiempo y ganas, en cambio el sentimiento de apertura hay que desearlo y emanarlo, hay que ejercitarlo constantemente con actitudes como la cooperación con el otro, la humildad de espíritu que existe en el aprendizaje, la concepción de arriesgarse a agruparse para formar parte de algo trascendente: la memoria en los otros mediante el trabajo, la tarea.

Sólo así el camino se podrá disfrutar, se podrá abrazar y se podrá despertar un rincón en la identidad de cada uno, nuevo, que es el perfil del trabajador de la Psicología Social, que crece de a poco, a base de una actitud testaruda de deseo de pertenencia a los grupos, de progreso de la calidad de vida, de esperanza que sea motor pujante, mientras que la inteligencia didáctica se encargue de fundamentar con herramientas teóricas y creatividad el mejor camino hacia los logros.

Hay grupos donde se manifiesta la resistencia como intelectualización, o de forma paranoide, buscando sospechosos dentro del grupo o fuera de él; trasgrediendo el encuadre que protege y establece las normas éticas; hay también otras manifestaciones como el ombliguismo, que amenaza la horizontalidad del grupo instalándose como individualismo, contradicción obvia con la concepción de grupo, de equipo, aún así racionalizándose desde la resistencia.

Y este año aprendí que muchas de las actitudes que veía en grupos pasados comenzaron con una base que se manifestaba como falta de reconocimiento de quienes los acompañan en el camino, como una amnesia del mismo proceso grupal.

Pueden ser los compañeros de grupo, en ese caso suben los niveles de competitividad y de sabotaje, bajando los niveles de cooperación; o puede ser la institución y en ese caso la defensa sube y nada de lo que se muestra es prueba para comprender que se está tan comprometido como el primer día que a los docentes y directivos nos entregaron un papel que dice que estamos preparados para aprehender, observar y operar en los rincones y grietas de la vida cotidiana.

Puede hasta ser la misma teoría la que desconozcan, olvidando bases fundamentales estudiadas de tantas formas diferentes. En este sentido, la falta de reconocimiento actúa como una resistencia que deja al estudiante anestesiado ante esta mirada que otros abrazarán con pasión y confusión, quienes toman firmes pero temerosos pasos, porque en el fondo saben que no están solos, sienten profundamente que la ilusión de soledad es engañosa, y que la praxis de equipo de trabajo será la única forma de llegar a una básica formación sobre los fenómenos grupales.

Estos estudiantes no tienen el camino más fácil, pero al sentirlo, con auto-observación, auto-cuestionando sus pensamientos y actitudes y conductas, logran que la resistencia no se presente paralizándolos ante los objetivos a lograr, favoreciendo la empatía con los integrantes de grupos, emanando la apertura que contamina y propicia una vuelta en forma de apertura también.

Se van a resistir a la tarea y a su praxis, sólo si dejan que cada uno de ustedes se interponga en su camino, porque al final del camino sólo hay un espejo que les devuelve su reflejo, marcado por el paso de un proceso de aprendizaje grupal.

Ustedes deciden qué ver en el reflejo, ¿serán las arrugas que sacan la alegría, el sentimiento y la dedicación que dibuje una lágrima en sus pupilas, o verán un rostro paralizado por ustedes mismos?

No dejen de reconocer al compañero que tienen a su derecha y la compañera que tienen a su izquierda, no olviden la historia del grupo, no dejen de reconocer la identidad grupal, con todo lo que puedan recordar de ella; sólo entonces podrán confiar y avanzar, con humildad de espíritu, encontrando alivio en la incompletud que nos hace humanos, en esta espiral que parece trillada, y sin embargo es tan importante recordar…

Nosotros somos los que nos formamos para sentirnos cómodos donde el resto se siente incómodo, los que logramos gradualmente cambiar la formula, no revertirla, sino cambiarla, recrearla en algo nuevo que genere la comodidad que permite una calidad de operatividad basada en el aprendizaje.